sábado, 7 de abril de 2012

INERCIA COGNITIVA

Comparto con Uds el articulo del académico DAVID TUESTA, de por cierto muy interesante y que nos permite ver si en cuanto estamos involucrados.
LA FUERZA MAS PODEROSA DEL UNIVERSO.

No sé exactamente quién ha acuñado la frase que he utilizado como título de este post. No sé si fue el propio Newton cuando definía su Primera Ley de Movimiento, o sí fue alguna lectura de Kahneman o Simon sobre comportamiento económico.  Lo que sí sé es que es una frase permanentemente citada en diferentes campos sobre el comportamiento del ser humano y que tiene muchísimo de verdad (lo digo también por experiencia propia). Hablo del poder que tiene la inercia. Sí, la fuerza más poderosa.
La inercia está relacionada con la resistencia al cambio, y con ello a postergar la toma de decisiones en aspectos que alteren nuestra zona de comfort. Desde la perspectiva de la teoría del comportamiento, esto se conoce como ociosidad cognitiva, es decir, nuestro deseo de minimizar los costos de tomar acción sobre algo que sabemos va en nuestro favor, pero sobre el cual creemos que no es tan urgente o no es necesario tomar acción. Nuestros deseos permanentes de postergar hacer dieta o ejercicio (ya mañana lo haré…) es una clara muestra del poder del statu quo. En el campo económico, por ejemplo, las decisiones de ahorrar, consumir e invertir también se ven expuestas a la fuerza de la inercia.
Nuestras decisiones de elegir se ven influenciadas por varios factores: información, cultura, poder de las fuerzas de oferta y demanda, en fin, yo diría de un conjunto de incentivos que nos mueve a hacer cosas. Al final reaccionamos cuando algunas de estas fuerzas nos mueven a tomar la decisión debida, respecto a lo que he estado acostumbrado, me es más conocido o me es fácil de hacer (ociosidad cognitiva). ¿Me es más fácil gastar en vez de ahorrar? ¿Me es más fácil empezar a ahorrar pero no tan fácil decidirme a ahorrar más? ¿Estoy comprando el detergente de siempre porque es el que ya conozco y no me interesa conocer otro? ¿No estoy ahorrando para la vejez porque me faltan años para ser viejo?. Al final, muchas de estas decisiones se alteran cuando llega el incentivo correcto. El marketing es uno; la educación financiera es quizá otro; la competencia y su impulso a los menores precios es uno de relevancia. ¿Pero qué pasa cuando a pesar de ello nada cambia? Ahí está la inercia.
Richard Thaler y Cass Sustein, en su ya famoso libro Nudge (ver Mirador  Económico 2009 - lecturas recomendadas), nos da varios ejemplos de esta fuerza y nos ilustra cómo algunas políticas pueden cambiar. Los nudge (empujoncitos)  pueden cambiar la inercia hacia destinos donde deseamos que vayan las cosas. Recientemente Abhijit Banerjee y  Esther Duflo en su excelente libro Poor Economics (pronto escribiré sobre algunos de los experimentos y estadísticas que menciona en su libro sobre el Perú, ganador de varios premios el año pasado), da varias ideas de nudge que rompen la inercia con diseños de política para reducir la pobreza. Un documento recientemente publicado en la revista Project M-Enero 2012 (sorry amigos lo tengo en físico y no encontré el link), recoge el caso de la donación de órganos, donde se observa que en Alemania el ratio de donación respecto a fallecidos es del 12%, mientras que en Austria, país vecino, es del 99,98%. La diferencia se debe fundamentalmente al mecanismo de consentimiento que existe en cada país. En Alemania, para donar órganos tiene que haber un consentimiento explícito (mecanismo opt in), mientras que en Austria el consentimiento es implícito (opt out), es decir, si no te niegas a ello explícitamente, tus órganos se donan. No quiero entrar en los aspectos de principios que cada uno de nosotros podamos tener al respecto, pero es interesante observar cómo medidas bien pensadas rompen la inercia.
Se podría pensar en políticas similares para ahorrar en pensiones. De hecho hay varios estudios con los programas de 401 (k) de pensiones norteamericanas, que muestran cómo los esquemas de enrolamiento automático a planes de pensiones voluntarios (con mecanismo opt out o de consentimiento implícito) permite incrementar la cobertura y cómo contratos de compromiso de ahorro opt out con un afiliado respecto a incrementar sus tasas de contribución en la medida en que pasan los años son exitosos. Digamos que firmo con mi AFP un contrato a los 25 años que indique que a los 35 años me incrementen mi tasa de aporte del 10% al 11% y que a los 45 años me lo incrementen a 12%, siempre con la opción de decidir que NO cuando llegue el momento. Lo que se ha encontrado en países donde ya se está implementando esto, como Estados Unidos, Nueva Zelanda y Australia, es que un porcentaje importante toma esta opción y pocos se arrepienten en el camino. Y, lo más importante aún, sus perspectivas para obtener pensiones mayores se incrementan. Los esquemas de matching contributions del Estado para pensiones (contribuciones del Estado para ayudar a ahorrar a las personas) para atraer a trabajadores que no están actualmente cubiertos, siguen de alguna manera esta filosofía. Pero se requiere pensar mucho para saber cómo realmente podemos hacer que funcione.
En general, el diseño de buenas políticas en todos los campos requiere siempre realizar un análisis inteligente de cómo reaccionarán los afectados (cada realidad es diferente) ante la medida que se ponga en marcha. Poner a funcionar los cerebros de nuestros hacedores de política respecto a cómo alterar la inercia, y con ello alterar el comportamiento de los “postergadores profesionales de decisiones”, nosotros los seres humanos, será un gran avance.


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