jueves, 5 de abril de 2012

BIOGERONTOLOGIA Y LA INMORTALIDAD HUMANA

Interesante artículo que comparto con Uds. El mismo que académicamente lo describe muy bien GEORGE SIMONS.
Los nuevos enfoque y estudio de nuevos organismos han impulsado a la Biología a desmitificar la imposibilidad de la inmortalidad de los seres vivos.
29_col1La biogerontología abrió en la década de 1990 un nuevo campo de estudio que desafía la muerte. La inmortalidad humana, considerada por gran parte de la comunidad científica como un mero concepto religioso o exclusivo de la filosofía antigua, hoy es entendida como una posibilidad real en el reino animal. Al margen de cualquier creencia escatológica, los biogerontólogos, biólogos especializados en el estudio de organismos longevos, buscan extender el concepto de inmortalidad a la vida humana.
 Si la biología define el envejecimiento y la muerte como el declive de la fertilidad y de la efectividad de las facultades humanas para lograr sobrevivir, la inmortalidad se podría definir como aquella propiedad de los organismos que no tienen ese declive en su ciclo de vida. Pero ¿tendrá ese cambio de enfoque repercusiones reales? Es decir, ¿podrá acercar al hombre a la inmortalidad?
 Nueva teoría, cambio práctico
La historia de la medicina tiene numerosos casos en los que un nuevo enfoque teórico respecto a campos aparentemente tan recónditos, como la teoría de los gérmenes, traen enormes beneficios prácticos. Así, al clarificar su teoría sobre los gérmenes Louis Pasteur revirtió como ningún otro científico las tasas de mortalidad entre los recién nacidos y muertes parturientas durante la primera mitad del siglo XIX. Así, a partir de esta teoría, surgió la urgencia de una sencilla solución: higiene en el cuidado médico. En efecto, a comienzos del siglo XIX, cerca de la cuarta parte de recién nacidos y madres fallecían como consecuencia de los gérmenes y las bacterias que transmitían la poca salubridad de los instrumentos médicos durante el parto. A decir del doctor Aubrey de Grey, especialista en biogerontología de la Universidad de Cambridge, millones de personas que habrían muerto antes de cumplir el año de vida lograron vivir hasta una edad media típica de la época, alrededor de los 50 años.
En el caso de la biología de la inmortalidad se trata de dar un acceso a ese fenómeno. Muchos ejemplos de organismos recientemente estudiados señalan que la inmortalidad puede haber sido obviada a pesar de ser experimentada por hombres y mujeres seniles. Ciertos animales guardan el secreto para sostener indefinidamente esa fase inobservada en el ciclo de vida humano.
 No todo lo vivo envejece
De acuerdo con Michael Rose, profesor de biología evolucionista en la Universidad de California, las puertas de la inmortalidad se abrieron a mediados de la década de 1990 cuando la biología comenzó a percatarse de aquellos organismos que no envejecían y no morían a causa de un declive en sus funciones vitales. En efecto, ellos rivalizaban con la clásica concepción de los ciclos de vida y muerte.

Si bien ningún organismo es indestructible, la senilidad es una fase del ciclo de vida que no estaría presente en todos los organismos vivos. Esa tesis ha sido puesta en evidencia a raíz de numerosas observaciones de animales marinos. A este respecto, un desconcertante hallazgo biológico surgió de los estudios sobre la reproductibilidad y longevidad de las langostas marinas. Incluso científicos como el biogerontólogo John C. Guerin sostienen que las langostas, de no ser capturadas o sufrir accidente alguno, bien pueden continuar viviendo indefinidamente.
 Cabe recalcar que los organismos que no envejecen también pueden morir, como puede ser el efecto de un accidente, el acecho de un depredador o mutaciones bacteriológicas para las cuales su sistema inmunológico no está preparado. La inmortalidad, desde la perspectiva de la biología evolucionista contemporánea, no implica poder escapar a toda forma de muerte, pero sí lograr que las tasas de mortalidad se reduzcan conforme se llega a una fase de madurez, como sucede con las langostas. Contraintuitivamente los estudios demuestran que las langostas de mayor edad son reproductivamente más fértiles que las jóvenes.Todo ello demuestra que la muerte y el envejecimiento no son una fase que está presente en todos los ciclos de vida de los organismos, y la edad avanzada de los organismos no necesariamente implica una baja en su capacidad reproductiva.
 Animales inmortales
Precisamente los estudios de Guerin (www.agelessanimals.com) buscan comprender los mecanismos biológicos que han permitido a animales, como tortugas y ballenas, entre otros, superar los 200 años sin mostrar signos de envejecimiento, para luego extrapolar esos conocimientos a la comprensión de por qué los humanos conforme envejecen pierden capacidad reproductiva y sus facultades para sobrevivir.
 El ejemplo paradigmático en el estudio de la inmortalidad biológica es el del animal marino llamado hidra. Su reproducción es de forma asexual, la cual realiza a partir de la gemación de nuevos individuos, sin embargo también se pueden reproducir de forma sexual, pero únicamente bajo condiciones adversas, como bajas temperaturas. El cuerpo de ese animal marino no es estable, sino por el contrario dinámico; es decir, las células de la columna del cuerpo llevan constantemente a cabo mitosis, proceso anterior a la división regenerativa celular en la que el núcleo de las células madre realiza un reparto equitativo de ADN. Luego de ello esas células son desplazadas a las extremidades donde son despojadas. Pero, además, si el cuerpo de una hidra es cortado en diferentes partes, cada parte regenerará una cabeza y un pie.
 Éstas fueron una de las principales inspiraciones para los descubrimientos científicos de Elizabeth Blackburn, Carol Greider y Jack Szostak respecto a la función de la telomerasa, que les valió en el 2009 el Premio Nobel en fisiología y medicina. Esos experimentos analizaron la función de la telomerasa en la división celular que procuraba regenerar las células (ver Perú Económico….).
 Inmortalidad contemporánea La inmortalidad biológica, de acuerdo con el biólogo evolucionista Michael Rose, se encontraría precisamente en la fase de edad avanzada. En 1992, en la revista especializada Science, publicó un estudio sobre los índices de mortalidad en grupos de insectos en edad avanzada, con el fin de extrapolar estos hallazgos a la posibilidad de la inmortalidad humana. Específicamente el experimento demostró que los insectos mantenidos en condiciones adecuadas exhibieron tasas decrecientes de mortalidad en edades avanzadas, lo cual permitiría la posibilidad de comenzar la longevidad extrema pasando el umbral de envejecimiento.
 Ese experimento –argumenta Rose– puso sobre el tapete tres fases de mortalidad que se podrían extrapolar a los organismos humanos: la primera, durante la edad temprana, las tasas de mortalidad no muestran aumentos continuos. En la segunda fase, la de madurez, las tasas aumentan con mucha rapidez. En la tercera fase, las tasas de mortalidad son constantes. Según Rose, los organismos que llegan a la tercera fase son biológicamente inmortales, puesto que ya no envejecen más, sino que mantienen un sistema activo sin más degradación de sus funciones.
 Lo que sucede con la muerte humana sería un desequilibrio. La muerte no sería lo más común, sino la vida. Así, desde la perspectiva de la biología de la inmortalidad, no todas las células humanas mueren siguiendo un proceso endógeno inevitable y sistemático de autodestrucción. En efecto, si los genes que ocasionan la muerte actúan durante la infancia, ese gen desaparecerá de la población en una generación. No obstante, si estos genes letales actúan en una edad avanzada, la selección natural no podrá eliminarlos, puesto que ya habrán pasado a la siguiente generación. Durante la madurez reproductiva en los seres humanos, la selección natural se debilita progresivamente. Ello aumenta las tasas de mortalidad y, por tanto, origina envejecimiento, incluso bajo condiciones ideales.
 El más vivo, lo más común
La fuerza de la selección natural desciende a un ritmo constante durante la edad adulta. Pero no puede hacerlo eternamente, ya que no puede alcanzar valores negativos. Según explica Rose, esta fuerza “finalmente llega a cero y se detiene, cuando se acerca el final de la vida. La fuerza de la selección natural llega a una etapa de estancamiento o meseta en la que se mantiene. Esto explica por qué la inmortalidad podría ser un aspecto del ciclo de vida que ha pasado inadvertido precisamente por ocurrir en una edad avanzada. Como la selección natural no puede ir a peor, los efectos evolutivos adversos se estabilizarían. Y ya que estos efectos adversos son la causa del envejecimiento, su estabilización detiene dicho envejecimiento”.
 Si bien pueden parecer argumentos vacíos, la teoría matemática demuestra que la aritmética de la selección natural puede producir un período de inmortalidad a una edad avanzada. Si se piensa en la clasificación de los organismos –siguiendo el raciocinio de Rose–, se puede separar aquellos que son siempre inmortales de los que experimentan un período de rápido incremento de las tasas de mortalidad previo a un período de inmortalidad. De este modo, las especies que envejecen lo hacen antes y se vuelven inmortales, es decir, dejan de envejecer. La inmortalidad es, por tanto, la condición universal de la vida, y el envejecimiento sería la condición menos común.
 Aunque estos argumentos son discutibles, no anulan en modo alguno el hecho de que en los seres vivos que acceden a una edad avanzada, que en efecto son pocos, puedan encontrarse células que no podrían envejecer más, y cuya muerte se deba a un colapso del cuerpo humano entero. En este sentido, la inmortalidad habría tocado ya las puertas de ciertos organismos en el cuerpo humano, lo cual implica la posibilidad de que el hombre pueda modular mediante la ciencia y la tecnología su longevidad.

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