DESRESGULARIZAR
LA REGULACION: COSTOS Y BENEFICIOS MARGINALES.
En nuestro querido Perú,
queremos que todo se regule, se norme o se controle, sin embargo quienes
elaboran las reglas de la regulación no entienden nada de costos y beneficios
marginales que están inherentes en estas regulaciones, bueno; hasta aquí Ud no
entiende nada, entonces a continuación les detallo algunos ejemplos prácticos.
Imagine que ha
habido una fiesta en su casa. Varios de sus amigos han bebido más de la cuenta.
Uno de estos vive a escasas diez cuadras de su casa. Usted le quita las llaves
de su auto y le recomienda que mejor vaya caminando. Luego de convencerlo
usted, orgulloso de haber actuado bien, se va a dormir tranquilo.
Al día siguiente se
levanta con una terrible noticia: su amigo murió atropellado. Usted creyó
haberlo enviado a un camino más seguro. Pero no era así. Alguien le comenta una
estadística recogida por Levitt y Dumber según la cual hay ocho veces más
posibilidades (medida por kilómetro recorrido) de morir caminando borracho de
que alguien muera por un borracho conduciendo un automóvil. En el Perú hay más
peatones borrachos que conductores borrachos como causa de accidentes. Usted,
sin saberlo, envió a su amigo a una situación ocho veces más peligrosa. Entonces,
la pretendida tolerancia CERO (deben conducirse automóviles con total ausencia
de alcohol en la sangre) era una política regulatoria errada que no consideraba
el costo marginal de la regulación en comparación con el beneficio marginal.
Recorrer “la última milla” de la regulación cuesta mucho y trae pocos
beneficios.
Lo cierto es que la
regulación no solo nos trae problemas de mal cálculo o pobre evaluación de los
costos y beneficios marginales. También nos trae el problema de empujar a
personas a desarrollar actividades que sustituyen las prohibidas y que terminan
siendo más peligrosas o dañinas que las actividades que se regulan.
Por ejemplo, las
normas para regular la mala práctica profesional a los médicos los conducen a desarrollar
medicina defensiva, es decir, a no operar casos con riesgos manejables solo por
el temor a ser hechos responsables. Posiblemente más gente muera por no ser
operada de la que moriría por una mala práctica médica. O también motiva a los
médicos a tomar exámenes exagerados para estar 100% seguros, haciendo por
ejemplo que nos tomen demasiadas radiografías. Con ello aumentan ciertos
riesgos como el de exponernos demasiado a los rayos X que incrementan la
posibilidad de sufrir cáncer.
Otro efecto es la
llamada regulación anecdótica: buena parte de las regulaciones parten de algún
hecho aislado, usualmente vinculado a titulares en prensa o a la experiencia de
algún funcionario. Como ocurrió un hecho no deseado, los reguladores reaccionan
pensando qué podría hacerse para que ello no ocurriera sin analizar si, desde
una visión integral y general, se justifica regular y si la medida tiene real
sentido. Un ejemplo de ello es lo que ocurrió hace unos días en Lima, la bajada
Balta, donde un muro se derrumbó en el malecón frente a una construcción con
una intensa cobertura de prensa. Desconozco qué causó el derrumbe, pero la
Municipalidad de Miraflores ha reaccionado a la caída ocasional de un muro
proponiendo una regla general que obliga a retirar la construcción en malecones
cinco metros, reduciendo el área útil utilizable y el valor de los inmuebles.
Ello sin tener claro si la medida es generalizable. Ejemplo típico de la
regulación anecdótica.
Lo cierto es que la
regulación abre la caja de Pandora y requiere tener claras las consecuencias
reales o potenciales de regular.
Estoy seguro que muchos
afirmaran que el valor de la vida es inconmensurable y no admite ningún
sacrificio por el cálculo marginal. Entonces se justifica prohibir conducir con
cualquier cantidad de alcohol en la sangre. Pero les aseguro que ninguna
de esas personas aplica a su vida diaria lo que predica. Todos hacemos, sin
saberlo, un cálculo marginal, y ponemos en mayor o menor riesgo nuestra vida.
Como bien dice el premio Nobel de Economía Gary Becker, todas las muertes son,
en parte, un suicidio, porque están sujetos a muchas decisiones que pudimos
tomar para ampliar nuestra posibilidad de vivir y no las tomamos.
Si a usted le gusta
comer chorizos, es probable que sepa que comerlos en exceso puede ser dañino.
Pero ¿dañino a partir de cuándo? ¿Comer un chorizo en la vida es peligroso?
¿Uno a la semana? ¿Uno diario? Es posible que el efecto marginal en la
salud de un chorizo en la vida sea deleznable. Su aporte marginal al riesgo es
irrelevante. Por su puesto que se puede decir que desde el primer chorizo uno
puede comenzar a reducir su expectativa de vida. Pero es marginalmente tan bajo, que muchos comen una cantidad
moderada de chorizos durante su vida sin preocuparse. Por supuesto que podría
imaginar que no comerlos nunca es mejor. Pero son pocas las personas que nunca
han comido un chorizo o alguna comida que afecte su expectativa de vida.
Usted sabe que
hacer ejercicio prolonga su vida y contribuye a una mejor salud. Pero pocos
hacen tanto ejercicio como un atleta olímpico a pesar de que ello podría
mejorar nuestra expectativa de vida. Marginalmente
el costo de hacer tanto ejercicio puede ser muy alto y el beneficio marginal en expectativa de
vida, luego de cierto punto, parece no ser relevante.
Ir al médico puede
ser bueno para vivir mejor. Pero no conozco a nadie que vaya al médico todos
los días, aunque ello pueda ayudarlo a vivir algo más. Ello porque la
frecuencia excesiva tiene un alto costo
marginal no justificado por el
beneficio marginal de detectar más enfermedades. Un chequeo cada seis meses
puede ser más que suficiente.
Lo cierto es que
solemos ser muy ligeros cuando miramos las consecuencias de la regulación.
Solemos sobreestimar sus beneficios y subestimar sus costos. Nos distraemos en
razonamientos anecdóticos o en generalizaciones sin fundamento. Y subestimamos
los efectos nocivos que generan y cómo terminan motivando la conducta de los
regulados. Elevamos a categoría de valores irrenunciables aspectos a los que,
en nuestra vida diaria, al menos en términos marginales, renunciamos todos los
días.
Y es que en el
nombre de la responsabilidad los reguladores suelen actuar muy
irresponsablemente. Al final, todo estaría regulado bajo normas, leyes o
simples disposiciones anecdóticas, entonces porque mejor AUTOREGULARNOS, en base a VALORES, buscando optimizar costos y
beneficios marginales humanos y sociales? Donde se inicia?.